Plantas medicinales en el mundo moderno

El tema de las plantas medicinales ha cobrado inusitado auge en los últimos años y cada vez son más las disciplinas científicas que se han dado a la tarea de investigarlas, estudiarlas y aplicarlas para el mundo moderno.

Encontramos que todavía más del 70% de la población mundial recurre a las plantas para la solución de problemas básicos de salud. La industria farmacéutica ha obtenido del reino vegetal la materia prima necesaria para la elaboración de casi el 30% de los productos farmacéuticos que hoy emplea la medicina moderna. Esta tendencia va en aumento con la búsqueda de nuevas plantas útiles en las selvas tropicales del planeta, ya que la industria farmacéutica empieza a agotar las posibilidades de nuevas drogas a partir de la ingeniería química y genética o de la síntesis de sustancias químicas a partir del petróleo y del alquitrán de hulla.

La investigación fitoquímica en los últimos años ha desarrollado nuevas tecnologías para la identificación de principios activos, como la resonancia magnética nuclear y el desarrollo de la quimio-taxonomía, entre otros. Así mismo, la farmacología ha logrado aproximarse de una manera más adecuada al verdadero funcionamiento de las plantas medicinales, con el descubrimiento en ellas de sustancias antioxidantes y limpiadoras de radicales libres, oligoelementos y otros principios cuya acción hasta ahora pudo demostrarse.

La medicina moderna, pese a los enormes avances científicos y tecnológicos, reconoce sus limitaciones en la solución de muchos de los problemas de salud que todavía aquejan a la humanidad. Esto mismo percibe la población general, movida en parte por las limitaciones propias del alto costo de la atención de salud y de los medicamentos así como por la necesidad de buscar nuevas soluciones para los viejos problemas de salud. Frente a este panorama la Organización Mundial de la Salud está promoviendo la investigación y el uso prudente de las plantas medicinales.

A pesar de este auge, todavía no hay un marco conceptual y técnico que unifique criterios para el uso de las plantas medicinales. Mientras los laboratorios farmacéuticos insisten en buscar recursos vegetales para el aislamiento de principios activos, aparece en el mercado cada vez con mayor fuerza la producción de productos conocidos como naturistas, es decir preparaciones farmacéuticas de origen vegetal que contienen toda la planta o parte de ella y no un principio activo. Por otra parte diversas teorías buscan en las plantas, nuevas formas de aplicación terapéutica, tales como la homeopatía con sus diluciones o las esencias florales.

Así mismo, encontramos que no hay uniformidad en el lenguaje utilizado para hablar de las propiedades y los efectos de las plantas medicinales. Por un lado, la medicina moderna insiste en explicar el funcionamiento de las hierbas a partir de los conceptos propios de la farmacología y busca entonces plantas antibióticas, antinflamatorias, antihipertensivas, etc. Por otra parte, la medicina natural de origen europeo sigue utilizando conceptos que ya no tienen traducción al lenguaje biomédico moderno, tales como plantas carminativas, resolutivas, emolientes, astringentes, etc. Finalmente, la medicina tradicional y popular insiste en conocer las plantas a la luz de otros discursos tales como el de plantas frías y calientes, depurativas, purgantes y tónicas.

Estos elementos, algunos positivos y otros negativos, que encontramos en el estudio actual de las plantas medicinales se enfrentan, sin embargo, a dos problemas aún más importantes: 1) la relación entre plantas medicinales y ecología, y 2) el origen del conocimiento y el papel de las tradiciones médicas indígenas, campesinas y negras.

Hoy reconocemos que las selvas tropicales del planeta constituyen verdaderos bancos de germoplasma de plantas medicinales, con un enorme potencial para la medicina moderna. No obstante, vemos con desespero que estos ecosistemas están amenazados y que cada día crece el número de plantas medicinales en vía de extinción. Se requieren acciones urgentes para la conservación de plantas medicinales que incluyen, entre otros aspectos, la creación de bancos de germoplasma “in situ” y “ex situ”, la construcción de jardines botánicos, el control de la explotación y el comercio de plantas y la constitución de amplias áreas protegidas reconocidas por su alta diversidad en especies medicinales.

El problema, sin embargo, no es sólo el recurso vegetal y su posible extinción. En el fondo hay un conflicto aún más delicado. El conocimiento de las plantas medicinales sigue estando en manos de comunidades indígenas y campesinas y de minorías étnicas en todo el mundo. Son ellos los directos herederos de una antiquísima tradición terapéutica y son ellos los que conservan vivo el conocimiento sobre la utilidad de las plantas medicinales.

Pero precisamente estos grupos humanos son, en la actualidad, los más amenazados y también pueden considerarse en vía de extinción por la pérdida de sus territorios y de su cultura y el paulatino empobrecimiento a que están sometidos. No sólo mueren las selvas; también mueren sus dueños y genuinos habitantes. Con ellos muere una parte de nuestras raíces, de nuestra memoria, de nuestra cultura, de la diversidad que hasta ahora había sido riqueza para hacer posible la vida en este planeta. Con ellos muere, además, una forma vital de relacionarnos con el medio ambiente, con la madre tierra y con el mundo del espíritu. Con ellos mueren sistemas de conocimiento que no por ser distintos de los nuestros son menos eficaces. Con ellos muere, para el tema que nos convoca, la fuente del conocimiento sobre las plantas medicinales.

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